Algunos no tenemos más intento de salvación que las letras. La vida las pone en nuestro camino como única defensa para enfrentar los demonios que nos asedian; yo me enfrento al mundo y a mis demonios con estas armas, no tengo otras: no podría hacer nada que no esté filtrado por la literatura, por el arte mismo.
Las palabras se agolpan en mi mente Me urgen, se vuelven menesterosas Me gritan, me imploran Más palabras que quizá nunca conocerás.
Al compás de cualquier música Los recuerdos me agobian: Tus ojos que me pierden sin piedad, Tus manos que busco furtivamente, Tus brazos que me estrechan Como las más dulce de las prisiones, Tus labios que muero por besar, Tu aliento que me lleva al cielo mismo.
Mi corazón se encoge, se ensancha, Palpita sin tregua y quiere salirse Al escuchar tus palabras Al pensar en que no te veré o en que no estarás.
Tú y tu sola existencia me renuevan, me extasían Como si sólo por ti la sangre corriera por mis venas Como si sólo por ti despertara cada día del universo Oscuro de los sueños en los que puedo estar contigo En donde todo es posible y nada impide que te ame.
Es domingo, desperté hace como dos horas y aprovechando esta inusitada soledad, en la que no tengo que hablar con nadie o preocuparme porque Aleja despierte y la vida normal me obligue a vivirla, decidí continuar con la lectura de la recién publicada novela de mi amigo Juan Diego…miles de imágenes y recuerdos vienen a mí mientras la leo. De pronto, de golpe, se me viene el dolor encima como cuando un aguacero se desata sin previo aviso y entonces grito…de verdad necesitaba hacerlo, grito desde lo hondo de mis entrañas, con el estómago, con el alma. Es algo que me ocurre a menudo cuando leo, que las palabras y evocaciones tocan tan profundamente en mi ser que duele la propia existencia.
-Ustedes los humanos - Frase típica de Juan Diego que suena ahora dentro de mi cabeza.
Y entonces comienzo a dar vueltas a los recuerdos y a lo que siento. Hace tanto que llevo este dolor dentro que ya casi ni lo reconozco, se volvió cotidiano,normal. Los más de los días consigo fingir que no está allí; a los ojos de los demás soy una mujer de risa fácil y puedo asegurar que muchos piensan que soy feliz… ja! “Feliz”, la verdad es que uno no ve más allá en las personas con las que se cruza a diario y la verdad es, también, que no está bien andar por ahí mostrando el ser taciturno ygris que en verdad se esconde dentro de uno. No. O por lo menos si no se quiere que todos salgan espantados ante la propia presencia.
Sin embargo, a veces sucede que un perfecto desconocido puede ver dentro de los ojos de uno lo que ni el mejor de los amigos ha podido. Hace un par de años hablé por breves instantes con un enigmático hombre. Eran las vacaciones de junio y había decidido comprar una hamaca para poner en mi sala, así que fui a comprarla a aquel lugar del centro, en la calle Junín que tanto me gusta. Mirando entre los negocios de artesanías, encontré uno donde había artículos de la Guajira, sombreros, sandalias, chinchorros y por supuesto hamacas de todos los colores y texturas. Me acerqué y saludé, pregunté por los precios y calidades de las dichosas hamacas; el hombre, llamado Rosendo, como supe al preguntarle, me contó que era de la Guajira y que viajaba frecuentemente entre su tierra y la mía trayendo estos productos artesanales de su región. Su rostro era de rasgos bruscos, pero no lucía como un mero negociante o como un hombre ignorante; en su mirada y en sus palabras se dejaba entrever la sabiduría de sus ancestros y ese conocimiento de la vida que a muchos se nos escapa y que ellos, los indígenas, reciben como un legado de encuentro y armonía con la Tierra y el universo. Finalmente, tras cruzar algunas preguntas superficiales y de simple curiosidad, me decidí por una de colores vivos, rojos y anaranjados que evocaban tardes cálidas en una tierra lejana y desértica. Una vez concluida la compra, Rosendo me dijo algo que me sorprendió profundamente:
- Su mirada - me dijo - esconde un gran dolor, hay mucha tristeza en sus ojos.
Yo no supe qué decir o qué responder, sólo le devolví el asomo de una débil sonrisa que no podía ocultar ya nada más, le agradecí por la venta, di media vuelta y salí un poco turbada, pues fue como si de repente, alguien cualquiera, un desconocido, me hubiera visto desnuda.
Cuánto tiempo perdido Cuánto tiempo escapado como agua entre los dedos Cuánto tiempo creyendo en la eterna amistad y luego nada más que el dolor y la decepción: La muerte
De nuevo la muerte! cuántas veces habrás de morir para por fin desaparecer Cuántas veces habré de creer de nuevo para darme cuenta al fin de que nada es cierto de que ni siquiera tu amistad era real para darme cuenta de que sólo he sido el abrigo de los días grises e invernales que cuando brilla el sol no existo, no estoy... pues bien ya no estaré más ya no estarás más la muerte ha venido y se ha llevado el abrigo.
No hay más fuego, no hay, no hay más vida, no hay, no hay más vida, no hay No hay más rabia, no hay, no hay más sueño, no hay...
Llévame donde estés, llévame Llévame donde estés Llévame,
Cuando alguien se va, quien se queda sufre más, Cuando alguien se va, quien se queda sufre más... sufre más ...
La despedida, Shakira
Pasarán muchas lunas antes de que vuelva a verte Espero que sean menos antes de escuchar de nuevo el alivio de tu voz Y menos aún antes de que lea tus palabras en esta pantalla.
Sólo han pasado un par de días desde que nos despedimos y ya se me hace insoportable esta ciudad sin ti los lugares: mi casa, la cafetería, los patios... y hasta el teléfono me parece estúpido si no es eres tú quien llama.
Y ese pequeño dolor en el corazón las lágrimas tímidamente asomadas en mis ojos la tristeza de no escucharte y de reir contigo, de no verte o tocarte
No son tantos los meses en que no estarás, lo sé es absurdamente ridículo que me sienta así eso también lo sé pero te extraño, tanto que duele tanto que escribo palabras que nunca te mostraré.